Soy de las que se embriagan, pero a base de Coca Cola, Sweeps limón, al ritmo de la buena música o de la mejor compañía, un espacio interesante o una conversación de esas que pretenden cambiar el mundo en un instante.
Sólo con el vino en los últimos años he sido capaz de entablar una relación basada en el descubrimiento de sensaciones, con el tiempo he llegado a agradecer mi sutil esfuerzo por llegar a apreciarlo en su justa medida, como una verdadera cultura de matices y rasgos, el placer de paladear e intuir diferencias entre unos caldos y otros, ser capaz de decantarme por una nota de color, un olor, el matiz de un sabor o el atractivo formato de una etiqueta.
Aprecio aquellos momentos en que puedo pasearme por una sección de vinos junto a mi marido y dedicamos unos minutos a seleccionar uno o dos con los que revalorizar nuestra modesta bodega, a paladear con antelación una cena de viernes, una tarde de domingo y fútbol en familia, un sábado de chimenea y juegos de mesa... nos divertimos leyendo las etiquetas e imaginando el atractivo sabor de un vino al que se le atribuyen tan jugosos y sensuales adjetivos... Abocado, Encerado, Afrutado, Carnoso, Balsámico, Espeso, Fresco, Perfumado, Untuoso...
Las tiendas de vinos y bodegas se han convertido en todo un símbolo de sofisticación y encanto, en atractivos y atrayentes escaparates donde la decoración juega un papel importante.
Es por eso por lo que hoy quiero mostraros este bonito espacio de innovador diseño ubicado al sur de Boston, un lugar para reunirse, relajarse, conversar, disfrutar de un sorbo y convertir la cultura del vino en toda una generosa experiencia de degustación vital.
Por cierto ¿os habéis fijado en las lámparas?, parecen nada más y nada menos que garrafones de cristal de los que hemos hablado en la anterior entrada...
Fuente: DESIGNSKOOL
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